Señor y Soberano de mi vida.
Líbrame del espíritu de indolencia,
desaliento, vanagloria y palabra inútil.
Y concédeme a mí, tu siervo pecador
el espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor.
Si, Rey mío y Dios mío,
concédeme de conocer mis faltas
y no juzgar a mis hermanos
porque eres bendito por siempre. Amén.
San Efrén el Sirio vivió en el siglo cuarto, y fué un gran defensor de la fé cristiana.
Que ésta bella oración nos acompañe mientras caminamos con Jesús a la cruz.